28 junio 2013

La vida se vive hacia delante pero se comprende hacia atrás.

En un mundo obsesionado con la velocidad, la fama y el exceso, la vida del pensamiento a menudo parece carecer de interés y ser completamente aburrida. ¿Pero qué podría ser más impactante que desvelar un antiguo secreto familiar, pasar una noche interminable al lado de la cama de un niño gravemente enfermo, consolar a un amigo cuya mujer ha perdido la cabeza, yacer tumbado escuchando los alaridos de un padre apesadumbrado, decir a tu familia que tienes cáncer, asumir la responsabilidad del suicidio de un amigo cercano, en incluso volver de la tierra de los muertos?
La vida se vive hacia delante pero se comprende hacia atrás.
Mark C. Taylor

23 junio 2013

Lo cierto es que no hay ningún animal que coma águilas o leones.





A medida que Inge Lohmark trazaba en la pizarra las flechas desde los musgos, helechos y hongos hasta las lombrices de tierra y los ciervos volantes, los erizos y las musarañas, luego el carbonero común, el corzo y el azor, y finalmente una última flecha hasta el lobo, fue surgiendo poco a poco la pirámide en cuyo vértice se hallaba el hombre junto a unos cuantos animales depredadores.
-Lo cierto es que no hay ningún animal que coma águilas o leones.
Retrocedió un paso para contemplar el amplio dibujo hecho con tiza. El esquema de las flechas unía a productores y consumidores de primer y segundo orden, productores con consumidores primarios, secundarios y terciarios, así como los inevitables descomponedores, todos hermanados en la respiración, la pérdida de calor y el incremento de la biomasa. En la naturaleza todo tenía su lugar y, aunque quizá no cada ser vivo lo tuviera, sí tenía un destino: devorar y ser devorado. Era prodigioso.
-Anoten eso en su cuaderno.
Obedecieron.
Judit Schalansky

22 junio 2013

Verás un Dios de hambre.

Verás un Dios de hambre.
Raúl Zurita

Animales a veces con transparencias de cielo
Ramos de mundos astrales (cometas con cabeza danzarina)
Max Blecher

Soñamos que para salir del laberinto debíamos matar a un gato con nuestras rodillas, pero nos negamos. Soñamos que para salir del laberinto debíamos comer a un gato con nuestras orejas, pero nos negamos. Soñamos que para quedarnos en el laberinto dijimos no y acariciamos pelo y alimentamos piedras con nuestras manos. 

20 junio 2013

Dos libros que no me cambiaron la vida pero que sí removieron mis entrañas.


I. Cuerpo transparente, de Max Blecher

A principios de junio estuve presentando La tumba del marinero en Pamplona, en el marco del festival Letrajoven 2013. Es una sensación muy extraña esa de ir a un lugar en donde no conoces nada (y prácticamente a nadie), pero del que vuelves llena de cosas fantásticas. Después del recital y de la cena con los simpáticos chicos del club de lectura, llamé a Roberto Valencia (con el que ya había coincidido en un par de ocasiones) quien me estaba esperando en algún bar del centro (ya no recuerdo nombres, sólo tercios de cerveza y canciones) con un par de amigos y Nerea (la mejor librera del norte, según cuentan, y yo lo confirmo).  La noche fue divertidísima (me columpié con Valencia, canté Shoud I Stay Or Should I Go, aguanté hasta las tantas en un antro oscuro, hablando de cosas muy íntimas con N.), pero lo mejor y más entrañable de todo fue el regalo que ella me puso en las manos. Se trataba de un libro diminuto. Seguro que lo conoces, dijo. Pues no, para nada, dije. Entonces sé que te va a encantar, dijo. Y tuvo razón. Guardé entonces el pequeño libro en mi bolso y lo saqué para leer al día siguiente, en el tren de vuelta, aún resacosa. No sé si fue por el dolor de cabeza. Por el mareo. Por el paisaje gris. Por el silencio... pero cada verso que leía iba cavando muy hondo dentro de mí, y entonces, a cada poco, tenía que apartarlo. Guardarlo. Olvidarme hasta un rato después. Demasiada belleza e intensidad en esas páginas, por otro lado, tan breves. ¿Y cómo puede un libro tan diminuto convertirse en un artefacto tan demoledor? Leo en el prólogo que además este es el único poemario de Max Blecher. Que murió joven tras una larga enfermedad y que su estética surrealista se acerca (e incluso supera) a las poéticas más famosas de entre sus contemporáneos. Personalmente, cuando lo leo, me recuerda a René Char y a Joyce Mansour. Y quizá no tenga nada que ver con ellos, o sí, pero sus obsesiones con la víscera, el sueño y lo animal me resultan muy cercanas. Leo en el prólogo, también, que a diferencia de otros Blecher no ve la enfermedad sólo como un tema literario más -no describe únicamente sus síntomas externos- sino que la siente como una vivencia diaria. Como Mansour, de nuevo. Como Char, de nuevo. Como Stanescu, de nuevo. Como la poesía que continuamente ansío y colecciono.

Tus manos en el piano como dos caballos
De cascos de mármol
Tus manos en las vértebras como dos caballos
De cascos rosados
Tus manos en el azul como dos pájaros
De alas de seda
Tus manos en mi cabeza
Como dos piedras en una sola tumba
Max Blecher



II. Diario de una enfermera, de Isla Correyero

Cuando llegué a Atocha escuché algo terrible por la megafonía: Talgo con destino a Almería, vía seis. Cuando el loquendo anunció tal cosa me entraron unas ganas tremendas de subirme al tren y de ir a visitar a mis padres, así que decidí sacar unos billetes para el día siguiente y dar así una sorpresa a Ana Gaviera, que, sin saberlo, me esperaba en un pequeño restaurante de La Fabriquilla, rodeada por la sierra de Ágata y por el aire. Durante el trayecto y la estancia, yo llevaba Cuerpo transparente en mi bolso y lo leía de cuando en cuando, entre horas de estudio, entre paseos o comidas con mis padres, entre la lectura de Raúl Zurita (otro que abarcó mis pocos días en el desierto, pero que no me enamoró como esperaba... bueno, sí, aún tengo en mente una montaña de mar y otra de margaritas), etcétera. El penúltimo día que pasé con ellos descubrí por casualidad que en la estantería que se encuentra frente a la habitación en la que he vivido tanto tiempo, había otro librito (este un poco más extenso y alargado) del que alguien me había hablado en Facebook precisamente cuando subí algunas citas de la poesía de Joyce Mansour a mi blog. Se trataba de Diario de una enfermera, de Isla Correyero. Un libro que siempre había estado ahí, repito, pero que yo jamás había visto. No sabía que teníais este libro, mamá, dije. Hay tantas cosas que no sabemos que tenemos..., contestó. Lo abrí por la primerísima página y me emocioné mucho ante la idea de tener ante mis ojos el que podría ser uno de mis próximos libros preferidos sí o sí. Y así fue. Le pedí a Ana que me lo dejara y me vi llenando la maleta con las voces impresionantes de Blecher y Correyero. Entusiasmada por acabar el examen que me esperaba en Madrid, por terminar el Sónar que me esperaba en Barcelona y por poder regresar de nuevo a esta mesa, a estos libros, a estas enfermedades. Si en Cuerpo transparente encontré las similitudes citadas más arriba, con Diario de una enfermera no pude dejar de pensar en Mansour (esta vez en Islas flotantes), así como en Tóxica de Françoise Sagan o incluso en algunos momentos de la prosa de Zurn. Una literatura, la de Correyero, no construida desde la enfermedad sino desde los largos y enigmáticos pasillos de un hospital. Aquí la poeta ve la cara de los enfermos, pero también la de los doctores y la de la propia muerte. Otro libro más que se convierte en bibliografía obligatoria y que a los que rondáis este blog os interesará sin duda.

Porque los mejores libros, creo, no son los que nos cambian la vida, sino los que atentan de lleno contra nuestras entrañas.

He visto el dibujo de la enfermedad y el ramo verde de su rigurosa manifestación, pero no sé en quién está encerrada.
Hay un velo dichoso en la sonrisa de los sanos que se vuelve oscuro en un momento y algo empieza a caer, a perseguirnos, a limitar el punto de la parte herida.
De pronto, el corazón, el hígado, la sangre, el útero, la piel, el áspero ronquido de la voz, la pierna, los riñones, la cabeza.
¿De dónde viene el débil silencio que aparece rodeando la dulce anatomía de un destino humano?
Caemos a la terrible enfermedad sin aviso soberano de una luz.
¿De qué impasible órgano imperfecto nos llega la primera noticia de la muerte?
¿A quién le tocará la sombra fría de esa interrogación que crece y crece?
¿Cuándo es la hora fatal de los cuchillos?
¿Dónde se acercarán con su acidez?
¿A quién las placas veloces de la desesperanza?
¡Oh desvalido cuerpo, carne, qué poderosa y cierta es la infinita enfermedad, y qué ajenos huimos!
Isla Correyero

16 junio 2013

Más allá de la quietud (II): los virus que cruzan el océano.






Primero lo cruzaron  por correo electrónico. Después entraron a una imprenta. Después salieron. Después volvieron a cruzarlo en un sobre grande. Después llegaron a mis manos. Mutados. Crueles. Hambrientos. De vuelta. Gracias.

12 junio 2013

Escribir para curar (3 de 3): Laura Rosal.

Éramos hermanas porque éramos muy pocas -teníamos quince o dieciséis entonces-. Poblábamos la red en silencio con blogs de color azul y de color rosa y de color negro y azul y blanco y otra vez azul. Con Laura, Marta, Ruth y Marina compartíamos los días, la poesía diminuta y a Monelle. Éramos hermanas y luego vivimos juntas y seguíamos leyéndonos y yo perdí todos sus libros. Quizá porque También mis ojos (Cangrejo Pistolero, 2010) sea uno de los poemarios que más he regalado en los últimos años y nunca -jamás- lo tengo en mi estantería. Pero ella siempre escribe para curar y por eso a pesar de todo o de cualquier cosa o de lo que sea me reconozco en su voz que a mí también me sana: Laura Rosal. Con una libélula cierro el ciclo. Pronto más.


Et toi, qui es-tu?

Debo justificar lo que me hiere.

Soy el poeta. 
Borges


Cada vez me resulta más difícil nombrar la belleza. A mí, la que pasea entre las olas grises y se detiene a fotografiar los cuerpos amontonados. Cada vez más difícil nombrarla. A mí, la que camina sorda y muda y escribe tres poemas seguidos con la vista nublada. Con la sangre caliente.

Escribirlo en alguna parte escribirlo tatuarlo grabarlo con fuego hacer que sangre mordisquearlo pellizcarlo

Escribirlo en alguna parte
Que se quede que se guarde
Con llave, que resista que
Persista que te arroje al
Llanto que mueva la tierra
Que haga tambalearse
A cada cuerpo que sangre
Que sangre que no
Muera que te cubra con
Dulzura que te silencie
Que te proteja.
(Laura Rosal)

09 junio 2013

Escribir para curar (2 de 3): Daniela Camacho.

Escribir para curar, en esta ocasión con la poeta y traductora mexicana Daniela Camacho. Aunque la conocía de las redes desde hace varios años, fue hace poco cuando comencé a leerla (su blog de arriba a abajo, sus traducciones, su Facebook). Hay una pequeña vía que en ocasiones va de su palabra hasta mi muñeca. También hay transfusión. También medicina. Escribir para curar. Escribir como quien entrega vida:


[OH-236]

Escritura de súbito: al cuerpo que está por destruirse lo precede una voluptuosidad.

L’autómata, l’abandonada al esplendor, l’acalorada en una cama blanca, en una ciudad sin agua.

Un corte por debajo de la piel. Anomalía. Piel de color blanco-rosa. De color rojo-amarillo.  De color ya no respires. Escupe sangre, escupe palabras deleitosas por última vez.

Antes de aborrecer el lenguaje, memoriza secuencias extrañas (o sueña un jardín con flores nucleares). Como un vértigo. Como quien se ata al pensamiento una melodía arruinada:

CARCINOMA mucoepidermoide de glándula parótida (2.1 x 1.8 cm.)
predominantemente quístico (89%) con estroma desmoplásico e inflamatorio
con focos de extraluminización de mucina y reacción granulomatosa focal
con células gigantes de tipo cuerpo extraño
con extensión a la dermis
 sin neoplasia en bordes quirúrgicos

Alguien ha venido a explicarle la ejecución. Las líneas del cuerpo. Por ejemplo: esto es un don. No. Un reemplazo.

[Después de tener sexo, abrirán las ventanas. Mi radioactividad no es contagiosa. Por ejemplo. En un país lejano, sacrifican caballos en mi nombre.]

De repente: ser un campo de batalla. La muy desesperada. Rabiosa de sí.

No hay más que una compasión un poco sucia en el hombre que la mira. Ella, insolente. Desnuda como todos los enfermos. 

A esta hora, el paisaje de la fascinación es improbable. Muy cerca de la habitación de los metales han construido una máscara para contener el furor. Asfixia a la medida de su rostro.

¿aún
me
reconoces?

Lo despiadado resplandece. Imposible mirar fijamente su herida y no quedar seducido/a.  El encierro, la promiscuidad, las células oscuras del deseo se están multiplicando

como los accidentes. 

(Daniela Camacho)

06 junio 2013

Los hombres me mordieron.

Me comporté como un animal.
Y los hombres me mordieron.
Natalia Litvinova

Encontrarás tu voz, dicen. ¿Pero para qué quiero una voz si lo que cuento es lo de todos y lo que ansío es tripa blanca, tripita llena, tripita fértil y tranquila? Repítelo otra vez. Pregúntate cómo se corta. Comer es un acontecimiento parecido a rezar. Pregúntate cómo se colma.  

04 junio 2013

Escribir para curar (1 de 3): Natalia Litvinova.

Jiro Taniguchi
Hoy comienza otro ciclo, esta vez titulado Escribir para curar en homenaje a esos fantásticos versos de Chantal Maillard (escribir/ con derecho al llanto/ escribir para curar/ escribir para guarecerse/ escribir como si cerrase los ojos/ para no cerrarlos). Los poetas, o mejor, las poetas que colaborarán en este ciclo también son tres: Natalia Litvinova, Daniela Camacho y Laura Rosal. Deslumbrantes y precisas, con una poesía contenida al tiempo que brutal. Eligen las palabras exactas porque eligen las palabras del cuerpo. La enfermedad puebla sus imaginarios. También la noche. El desierto. La salvación. Suya es mi salud y las leo como quien lee la carta de una amante o de una hermana lejana. Un Yo impúdico pero misterioso se nos descubre bajo sus versos... La primera de todas ellas en hacerme llegar un poema curativo fue Natalia. Posiblemente ya la conozcáis porque cada vez es más leída gracias a su blog o gracias a las ediciones de su poesía que se han publicado recientemente en España. El siguiente poema pertenece a su último libro, Todo ajeno (Vaso Roto, 2013) el cual no tardará en ser mío, pues en un rato iré a comprarlo a la Feria del Libro. Qué ganas tengo. Con ella os dejo. Así que leed. Sanad. Leed:

EL MILAGRO DE LA COMUNIDAD

Lavo el piso en cuclillas. Paso el trapo mojado.
Trazo mi camino humilde.
Afuere sucede el milagro de la comunidad:
un coro de niños canta, los hombres cortan trigo,
las mujeres se bañan en el río.
Me arqueo contra el espejo, la soledad excita.
Pronto se derrumbará esta casa y la alta hierba
cubrirá las ruinas.
Mi hombre huyó ante el peligro.
En la poesía encuentro la oración para soportar
cada corte abrupto.

(Natalia Litvinova)

01 junio 2013

Los 5 libros de poesía que te vas a comprar en la #FLM13 (y algo más).

Teniendo en cuenta el poco espacio que suelen dedicar los suplementos culturales en papel o las revistas online a la poesía, no me sorprende encontrarme con que en sus innumerables y largas listas de recomendaciones para la Feria del Libro de Madrid este género pase completamente desapercibido.

Por este motivo (y aunque hace un par de días escribí este post para Barcelonés), he decidido elaborar mi propia lista con 5 nombres/novedades editoriales que considero absolutamente necesarios. 

*Dos libracos IMPRESCINDIBLES:

1. Poesía completa, de Anne Sexton (Linteo)
2. Cartas de cumpleaños, de Ted Hughes (Lumen)

*Tres jóvenes carreras para seguir de cerca:

3. No sé por qué, de Andrés Neuman (Pre-Textos)
4. La orientación de las hormigas, de Cristian Alcaraz (Renacimiento)
5. Tras la luz, de José Ignacio Montoto (La Garúa)


*Y por último, mis tres cuentas pendientes:
-Zurita, de Raúl Zurita (Delirio)
-Todo ajeno, de Natalia Litvinova (Vaso Roto)
-En la avanzada juventud, de Gioconda Belli (Visor)


Nos vemos en la Feria.